
Hoy, es el día más indicado para hablar, aquí, y ahora, de un tema que siempre está presente, en algún u otro modo, en mis escritos.
La locura.
Porque la locura me parece maravillosa. He posteado en las redes, sobre el poder que nos da superar las catarsis, y me gustaría ahondar un poquito más en el tema.
Y siempre bajo una mirada normalizadora. Porque le decimos a alguien: estás loco, basándonos en unos criterios sociales. Pero, la verdad, es que todos tenemos un poco de locos.
Y también hacemos referencia a las locuras positivas.
Pero, hablo de su sentido más negativo.
Yo digo: ¿Qué sería del mundo sin la locura? ¿Sin ese ruido ensordecedor que nos confunde, y a través del que nos vemos en una pesadilla?
Porque en los instantes de locura, aprendemos. Siempre es una lucha que tiene lugar en el interior, en el mundo de los pensamientos, en donde temeos que desarrollarnos.
Lo ideal sería enfrentarse, paso a paso a la irracionalidad, al subconsciente, sin tener que pasar por una experiencia mental tan extrema. Pero esto es imposible. La locura, es una asignatura obligada en el curso de una vida.
Y todos tenemos tanto que aprender. Y para aprender, hay que superarse.
Destrozaríamos el mundo, si todos tuviéramos que vivir, no sé, que somos perseguidos, que somos un personaje histórico, tener los diez mil amores que nos hacen falta para acertar una vez y hacerlo como nunca, que construimos un grupo empresarial que funciona a destajo, y tantas otras obsesiones.
El sufrimiento, las desdichas, ocurren; pero en este mundo, no hay espacio para todo.
Así que hay que imaginárselo. Porque, pasar por una fase de locura, es el resultado natural de tener una mente.
Me apetecía, y mucho, decir esto, como escritor de ciencia ficción (o mejor dicho, teclista), integrador social, y persona. Y también que, ojalá, encontréis a un buen psicoterapeuta para salir de ella. Lo dicho. Que tengáis una buena salud.
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